Hospital Central ha hecho historia en la televisión española, contando durante 20 temporadas, desde 2000 hasta 2012, el día a día de médicos y enfermeros con los dramas, los dolores y también las alegrías que se pueden vivir en un hospital. Con profundizaciones en las historias de los distintos personajes que se han ido sucediendo a lo largo de tantos años. Uno de los que más ha resistido es el de Teresa Montoro, interpretado por Marisol Rolandi, la recepcionista con fama de cotilla y que quería saberlo todo, pero que en realidad se daba cuenta de muchas cosas después que los demás. Un personaje divertido que experimenta una evolución en su forma de pensar cuando pasa de definir como «no es normal» la historia de amor en la que estaba involucrada su amiga, la enfermera Esther García, con la doctora Maca Wilson, a aceptar con entusiasmo y emoción el papel de madrina de boda. «Yo pedí dejar la serie porque no podía más. Me habían dicho que no me echarían porque mi personaje era el más querido». Tuve el placer de hablar con ella sobre Teresa, sobre Hospital Central, sobre su trayectoria como actriz, en gran parte en el teatro, y sobre cómo ha cambiado en España la forma de hablar de las personas de la comunidad LGBTQI+.
¡La entrevista completa está disponible en YouTube y Spotify!

¿Qué te gusta de actuar y estar en el escenario?
Todo. Es algo difícil de explicar porque parece que a los actores nos gusta que nos miren, pero en mi vida normal es al revés, cuanto más desapercibida pase, mejor. No quería ser famosa, lo que quería era trabajar y estar en el escenario, estar allí todo el día. Es que te da vida, a mí me da vida. En el escenario te olvidas de todo. La última vez que hice teatro, hace dos años, murió mi padre. Mi padre murió y yo fui a hacer la obra. Murió, lo enterré y fui a hacer la obra. No dije nada y era una comedia. Lo dije al final. Adoraba a mi padre, pero es como sumergirse en ese mundo y ya no eres tú, y entonces todas tus cosas, tus preocupaciones, las olvidas. Por eso dicen que es casi una terapia, de repente te conviertes en otra persona, vives completamente otro mundo, otras realidades durante las dos horas que dura la obra. Y luego vas a tu casa y eres tú. Eso te lo da el teatro, para mí ni el cine ni la televisión te lo dan.
¿Cómo comenzó tu experiencia en Hospital Central?
Al principio no pensaba que me darían el personaje. Presenté mi currículum porque en aquella época había que llevarlo al director de casting, y no me tuvieron en cuenta porque nadie me conocía, aunque llevaba toda la vida trabajando en el teatro. Entonces, una de las primeras actrices que empezó, Lola Casamayor, conocía al director de casting y le dijo: «Haz una prueba con Marisol, que es amiga mía, es muy buena». Me dijo: «Ven, te haré una prueba para este personaje». Al cabo de unos días, me llamó y me dijo: «El personaje es tuyo». Y yo le dije: «¿Yo? ¿Estás seguro?». Y él me respondió: «Claro, ¿tenías alguna duda? Eres perfecta». Todavía hoy, a veces, me piden que me haga una foto con ellos y flipo y les digo: «¿Cómo es posible que me recordéis?». Y algunas personas me dicen: «Te he reconocido por la voz».
¿Cómo se construye un personaje así?
Al principio, el personaje era la típica antipática. Como las que te encuentras en la sanidad pública, que suelen ser groseras, te dicen que no hay sitio y ni siquiera te miran a la cara. Al principio, el personaje era un poco así. Obviamente, lo hacía jugando, no podía dejar de meter el rollo cómico. El personaje era cómico, no era serio. Lo de ser cotilla, de entrometerse en todo, lo fui metiendo yo, metiendo cositas cada vez, pequeñas cosas como las miradas. Era una antipática entrañable porque, si no hubiera sido así, me habrían echado.

Teresa era muy cotilla, pero no siempre tenía la exclusiva. De hecho, no fue la primera en descubrir la historia entre Esther y Maca
Quería descubrirlo todo, pero luego no podía. Sobre todo porque Teresa no podía entender una historia entre dos mujeres lesbianas. Ahora es diferente porque hay mucha más visibilidad, pero hace 25 años no, al menos en España. La veía como la habría visto mi madre. Si le hubiera dicho que salía con una mujer, se habría caído de culo al suelo. Es lo mismo, yo lo veía así, Esther era mi amiga y no podía entender que estuvieran juntas. Pero como el personaje tenía mucha humanidad, luego se vio que porque las quería mucho, y al final se casan y yo soy la madrina de boda y estoy muy feliz.
Era una de las primeras series con una historia tan importante entre dos mujeres. ¿Qué decíamos al principio los productores y directores?
Creo que quisieron arriesgarse. La serie estaba teniendo mucho éxito. Creo que dijeron: probemos y, si vemos que no funciona, quitamos la historia. Gracias a esa historia, Hospital Central tuvo aún más audiencia porque en ese momento se empezaba a ver el mundo gay y LGTBI, todo empezó en ese momento. La gente lo veía como algo más normal. Fátima y Patricia tenían un club de fans enorme de chicas lesbianas. Hicieron muchas cosas con ellas para dar visibilidad. Y me incluían, todos me querían mucho y me hacían regalos.
¿Sabes por qué? Porque tu personaje pasa de decir que no es normal a ser madrina en la boda y ha ayudado a muchos padres a comprender mejor a sus hijos
Yo era la persona del pueblo y si el pueblo lo aceptaba, y al final ella estaba muy contenta, entonces era algo que había que aceptar. Era normalizarlo. Y ver que estas dos mujeres eran maravillosas, simpáticas, encantadoras y se querían mucho. Era un amor verdadero, no era nada raro. Todo esto se reflejaba en mi personaje.
¿Qué ha significado para ti la experiencia de Hospital Central?
En primer lugar, un cambio de vida, porque siempre había trabajado, pero nunca tenía un centavo. Con Hospital Central compré la casa donde vivo, la compré gracias a Hospital Central. Y profesionalmente, para mí fue como un reconocimiento, es cierto que valgo para esto y ya tenía 40 años. Podía mantenerme con mi trabajo de actriz. Una de las cosas que más me gustó es que mis padres pudieron verlo. Mi madre, después de decirme que estaba destrozada porque yo quería ser actriz, no podía entrar por la puerta de la alegría y la emoción al ver que su hija había triunfado. Mis padres se relajaron y dejaron de preocuparse por si tenía o no dinero. Además, nunca me casé. Tengo una hija porque la adopté. Hospital Central también me dio a mi hija, porque si no hubiera tenido dinero y posibilidades, no habría podido adoptar a una niña.
Si Teresa tuviera la oportunidad de volver a ver a Maca y Esther, ¿qué les diría?
Oh, Dios mío, ¿y seguirían juntas?
Claro, juntas.
Claro. Qué alegría, madre mía, estaría muy feliz. Si su historia continuara fuera del Hospital Central, seguiría siendo su amiga, iría a visitarlas, a tomar café con ellas. Nunca las habría dejado. Sería como la abuela de sus hijos.
Se podría hacer un spin-off con Esther, Maca y Teresa.
Venga, propónlo (risas).



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